El gesto arquitectónico: entre función y expresión
Introducción al gesto arquitectónico
La arquitectura no se limita a construir espacios utilitarios; su esencia está en el gesto arquitectónico, entendido como la manera en que se permite habitar un espacio con un propósito. Ese gesto se mueve entre dos polos: lo funcional, que cumple una función utilitaria al crear espacios que permiten la vida cotidiana, y lo expresivo, que se manifiesta como lenguaje estético y simbólico que da sentido cultural y emocional a los espacios. Ningún espacio existe por sí solo, siempre requiere una interpretación cultural que le dé sentido social a lo construido. Por eso, el gesto arquitectónico no es solo una acción técnica o una respuesta a la necesidad, sino un acto que mezcla utilidad y simbolismo, revelando la cultura y la forma de habitar de quienes lo ocupan.
El gesto arquitectónico como solución a necesidades básicas
En cuanto a lo funcional, la arquitectura se encarga de asegurar lo básico para poder habitar un lugar: refugio, seguridad, circulación y organización de los espacios. Todo edificio necesita cumplir con esto porque es lo que le da sentido a su existencia. Por ejemplo, una casa debe protegernos del clima, separar las áreas privadas de las comunes y permitir que podamos movernos con comodidad. De la misma manera, una escuela necesita salones bien ventilados, accesibles para todos y que, además, ayuden a la concentración y al aprendizaje. En este aspecto, lo utilitario se refleja en cómo la arquitectura organiza la vida diaria, dándonos un espacio adecuado para realizar nuestras actividades de forma práctica y segura.
La expresividad como parte del gesto arquitectónico
Por otro lado, el lado expresivo de la arquitectura se refleja en lo estético y simbólico de los espacios, y su significado solo puede comprenderse de acuerdo con el punto de vista cultural. Un ejemplo que se presenta en Baraka es la tribu del pueblo balinés en Indonesia, que realiza una ceremonia o baile ritual. Los templos o espacios donde se llevan a cabo esas prácticas no son simplemente construcciones funcionales; fueron diseñados por miembros de la tribu que asumieron el papel de “arquitectos”, respondiendo a la necesidad de crear un lugar específico para el ritual. Aunque el espacio puede parecer sencillo, se transforma en algo profundamente simbólico y espiritual, comprendido y valorado únicamente por quienes participan en la ceremonia. En este caso, el gesto arquitectónico no solo cumple una función práctica, sino que también refleja la interacción entre la intervención humana, la cultura y la naturaleza, mostrando cómo un espacio puede ser a la vez útil y cargado de significado.
Conclusión: El gesto arquitectónico como unión entre función y expresión
Con esto podemos concluir que la arquitectura no se limita a lo funcional ni a lo simbólico; su esencia está en el gesto arquitectónico, que permite habitar un espacio con un propósito. Este gesto surge de la combinación de funcionalidad, que crea espacios que permiten la vida cotidiana, y expresión, que otorga sentido estético y simbólico a los espacios. Así, la arquitectura logra ser útil y, al mismo tiempo, cultural y emocionalmente significativa.
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