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Los tres blogs que escogí

El tema del ornamento siempre me ha parecido interesante, porque muchas veces la sociedad piensa que es solo para decorar o embellecer algo, pero en realidad va mucho más allá. Por eso escogí las tres reflexiones de mis compañeras Nelivel Ginat, Cheimarie Quiñones y Elena Pérez, ya que todas hablan de cómo el ornamento tiene un significado más profundo. Me gustó que, aunque cada una lo explica desde un punto de vista diferente, las tres coinciden en que el ornamento comunica identidad, emociones y cultura. Al leerlas, entendí que el ornamento no es solo algo visual o estético, sino una manera de dejar huella, de expresar quiénes somos y cómo queremos que los demás vean lo que construimos.

 

La visión simbólica de Nelivel

La reflexión de Nelivel me gustó mucho porque tiene una forma de pensar más profunda. Ella explica que el ornamento ha existido desde hace siglos y que siempre ha sido una forma de marcar, dejar rastro o transmitir un mensaje. Me pareció interesante cómo menciona que con el tiempo el ornamento pasó de ser algo que unía a las personas a algo más individual, convirtiéndose en una forma de identidad personal. También me llamó la atención cuando habla de Le Corbusier, quien intentó eliminar los adornos en su idea de una “máquina para habitar”. Nelivel plantea que, aunque se borre el ornamento, la ausencia también comunica, porque incluso una pared blanca o una superficie vacía puede generar una interpretación. Esa parte demuestra que todo en la arquitectura tiene un significado, incluso lo que no parece tenerlo. Además, cuando menciona las catedrales medievales y el arte islámico, me pareció muy bonito cómo muestra que el ornamento servía como un lenguaje visual, una forma de contar historias o conectar lo espiritual con lo humano.

 

El enfoque teórico de Cheimarie

Por otro lado, la reflexión de Cheimarie me pareció más teórica, pero igual muy interesante y completa. Ella menciona a Semper y Gaudí y dice que el ornamento no solo adorna, sino que construye significado. Me gustó su forma de explicar que el ornamento tiene tanto una parte emocional como una parte técnica, porque puede nacer de la intención de embellecer, pero también del trabajo manual, del tejido o del materialismo. También me llamó mucho la atención cuando relaciona la arquitectura con la moda a través de Roland Barthes, porque esa comparación tiene mucho sentido: ambos crean lenguajes visuales que expresan identidad, gusto o pertenencia. Además, me pareció importante lo que dice sobre Architecture Without Architects, ya que habla de cómo las construcciones vernáculas, hechas sin arquitectos reconocidos, también tienen su propio sistema ornamental. Es decir, aunque no se haya buscado un diseño “bonito”, igual expresan cultura, clima y función. Esa parte me hizo pensar en cómo muchas casas tradicionales o rurales, tanto aquí como en otros lugares, tienen belleza y significado sin necesitar de lujo o fama.

 

La mirada cultural de Elena

La reflexión de Elena Pérez fue la que sentí más cercana y emocional, porque logra conectar el tema con nuestra cultura puertorriqueña. Me encantó cómo describe el ornamento como algo que nos ayuda a sentir orgullo y alegría por lo que somos. Cuando habla de los colores del Viejo San Juan, enseguida se me vino a la mente cómo esas fachadas tan vivas reflejan la energía y la historia de nuestra isla. También me pareció bonito su ejemplo de la Casita de Bad Bunny, porque muestra cómo un espacio común puede volverse un símbolo cultural que despierta memorias compartidas. Me hizo pensar en cómo los lugares simples como una casa de barrio, una marquesina o una esquina pintada pueden tener tanto valor emocional y representarnos más de lo que imaginamos. Me gustó mucho su forma de ver el ornamento como algo que no solo alegra la vista, sino que conecta con la memoria, con la infancia y con la identidad colectiva.

 

El mensaje que me dejaron en conjunto

En general, las tres reflexiones me gustaron porque muestran diferentes maneras de entender el mismo tema. Nelivel lo ve desde lo simbólico, Cheimarie desde lo estructural y teórico y Elena desde lo emocional y cultural. Las tres logran demostrar que el ornamento no es solo algo visual, sino una forma de comunicación y expresión humana. A través de sus ideas entendí que cada detalle en la arquitectura tiene un propósito, una historia y un sentimiento detrás.

 


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